2015(e)ko otsailaren 9(a), astelehena

LA CURA DE LOS LEPROSOS

HABÍA UNA vez diez leprosos. Amiguitos, antiguamente, en la época de Jesús, los leprosos tenían que vivir separados de las otras personas. En los días de hoy todavía existen personas con esta enfermedad, y ellas se quedan internadas en hospitales preparados para tratar este tipo de enfermedad, ¿saben por qué? La lepra es una enfermedad de piel, y puede pasarse de persona para persona. Por eso a las personas no les gusta quedar cerca de los leprosos. Hoy en día hay tratamiento, pero en aquel tiempo no había.
Ocurrió que el Señor Jesús pasó cerca de la ciudad adonde los diez hombres quedaban. Ellos vieron a Jesús, comenzaron a gritar y a pedir que Jesús tuviese misericordia de ellos y los ayudasen. Entonces, Jesús paró y habló con ellos para que vayan hasta el sacerdote para que fuera examinado por el. Los sacerdotes eran los pastores de aquella época. Con aquellas palabras, Jesús estaba determinando la cura de los leprosos, pues había una costumbre en aquel tiempo que el leproso, cuando se curara fuesen hasta el sacerdote (pastor) para ser examinado por él, y se fuera comprobado su cura, el leproso debería dar una oferta para Dios.
Los leprosos obedecieron la orden de Jesús y fueron a buscar al sacerdote, pero, mientras andaban, algo ocurrió. ¿Saben lo que fue? La piel quedó limpia, y no había más lepra. ¡Qué bendición! Los leprosos deben haber quedado llenos de alegría, ¿es verdad? Los hombres continuaron andando, pero apenas uno de ellos, un hombre samaritano, resolvió volver para agradecer a Jesús, el samaritano mostró que tenía una gran fe y gratitud.
Al llegar cerca de Jesús, el leproso se arrodillo y agradeció por la cura divina. Jesús preguntó para aquel hombre adonde estaban los otros nueve hombres, pero él no supo que responder para Jesús.



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