UN DÍA, Jesús y los discípulos estaban saliendo de la ciudad de Jericó, y muchas personas lo seguían. Ellas querían ser bendecidas. Aquel lugar estaba bien agitado y ciertamente debería estar con mucho ruido ¿verdad? La agitación era tanta que hasta un ciego mendigo que se llamaba Bartimeo, se dio cuenta que estaba ocurriendo algo cerca de allí. Sin poder ver, él preguntó lo que estaba ocurriendo, y algunas personas contaron que Jesús estaba pasando bien cerca de allí.
Niños, Bartimeo quedaba sentado todos los días en medio de aquel camino pidiendo dinero para las personas y, en aquel momento, vio la oportunidad de cambiar su vida. Bartimeo comenzó a gritar con toda su fuerza, pidiendo ayuda a Jesús. Algunas personas que estaban cerca del ciego mandaron que se quedara callado. Amiguitos, muchas veces el mal usa las personas para intentar impedirnos usar la fe. ¿Saben lo que Bartimeo hizo? Gritó más fuerte todavía y más alto. Él estaba decidido a hablar con Jesús, y Él lo oyó gritando. ¿Qué bueno es verdad? Jesús mandó llamarlo. Cuando supo que Jesús estaba llamando por él, el ciego Bartimeo tiró su capa, dejó todo para atrás, se colocó de pie rápidamente y fue hasta Jesús. Entonces, Jesús le preguntó al ciego que quería que Él hiciera. Y el mendigo respondió que quería ver de nuevo.
Niños, Jesús sabia del milagro que Bartimeo necesitaba, pero hizo aquella pregunta porque quería oí el pedido de Bartimeo. Así también Jesús desea oír nuestras oraciones todos los días. Jesús dijo para Bartimeo que él podría irse, pues la fe de él lo había curado, y en el mismo instante Bartimeo volvió a ver, pero no se fue, pues prefirió seguir al Señor Jesús.
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