Se llamaba Leví y era hijo de Alfeo. Su oficio era el de recaudador de impuestos, un cargo muy odiado por los judíos porque esos impuestos se recaudaban para una nación extranjera. Ejercía su oficio en Cafarnaúm, a orillas del lago de Genesaret.
Un día, estando él ejerciendo su oficio, se encontró con Jesús que le invitó a seguirlo. Mateo aceptó sin más la invitación de Jesús y renunciando a su empleo lo dejó todo y se fue con él, convirtiéndose en su discípulo y apóstol. Desde entonces Mateo estuvo siempre al lado de Jesús. Presenció sus milagro, escuchó sus sabios sermones y colaboró predicando y catequizando por los pueblos y organizando las multitudes que los seguían ansiosas de oír al gran profeta de Nazaret.
Recibió el Espíritu Santo y fue enviado a predicar a Judea, donde realizó muchos milagros. También evangelizó Etiopía, donde murió martirizado.
Es el autor del Evangelio de San Mateo donde recoge las memorias de la vida de Jesús.
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