Los evangelios nos narran que Tomás, después de haber afirmado valientemente "Vayamos también nosotros y muramos con Él", no fue capaz de creer en la resurrección de Jesús sin verlo ni tocarlo.
Se le conoce a santo Tomás por su dureza para creer después de la muerte del Señor. Jesús se apareció a los discípulos el día de la resurrección para convencerlos de que había resucitado realmente. Tomás, que estaba ausente, se negó a creer en la resurrección de Jesús: "Si no veo en sus manos la huella de los clavos y pongo el dedo en los agujeros de los clavos y si no meto la mano en su costado, no creeré". Ocho días más tarde, cuando Jesús se encontraba con los discípulos, se dirigió a Tomás y le dijo: "Pon aquí tu dedo y mira mis manos: dame tu mano y ponla en mi costado. No seas incrédulo, sino creyente." Tomás cayó de rodillas y exclamó: "Señor mío Dios mío!". Jesús replicó: "Porque has visto, has creído. Bienaventurados quienes han creído sin haber visto."
Santo Tomás predicó el Evangelio en la India y fue martirizado en Calamina.
Se le representa con una regla porque la tradición dice que poseía conocimientos de construcción, y también con una lanza, elemento de su martirio.
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