Los israelitas eran esclavos de los egipcios. Dios eligió a un israelita, llamado Moisés, para liberar a su pueblo y sacarlo de Egipto.
Una noche, los israelitas huyeron. Cuando el faraón se enteró, preparó sus tropas para seguirlos. Los israelitas, al ver que los soldados egipcios los perseguían, sintieron miedo. Pero Moisés les pidió que confiaran en Dios.
Al llegar a la orilla del mar Rojo, el Señor ordenó a Moisés:
- Levanta el bastón y extiende la mano sobre el mar, que se abrirá para que podáis atravesarlo. Sin embargo, las ruedas de los carros de los egipcios se atascaban y no podían avanzar.
Entonces, el Señor le dijo a Moisés:
- Extiende tu mano sobre el mar y las aguas volverán a su sitio.
Moisés así lo hizo y el agua cubrió al ejército egipcio. Los israelitas, ya a salvo, confiaron en el Señor y en Moisés, su siervo.
Una noche, los israelitas huyeron. Cuando el faraón se enteró, preparó sus tropas para seguirlos. Los israelitas, al ver que los soldados egipcios los perseguían, sintieron miedo. Pero Moisés les pidió que confiaran en Dios.
Al llegar a la orilla del mar Rojo, el Señor ordenó a Moisés:
- Levanta el bastón y extiende la mano sobre el mar, que se abrirá para que podáis atravesarlo. Sin embargo, las ruedas de los carros de los egipcios se atascaban y no podían avanzar.
Entonces, el Señor le dijo a Moisés:
- Extiende tu mano sobre el mar y las aguas volverán a su sitio.
Moisés así lo hizo y el agua cubrió al ejército egipcio. Los israelitas, ya a salvo, confiaron en el Señor y en Moisés, su siervo.
Éx 14, 5-31
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